miércoles, 5 de marzo de 2014

DEDOS DE TROMPETA, CUENTECILLO

                                 
                         Dedos de trompeta

 Me apasionaba leer. Siempre lo había hecho: antes de dormir, al levantarme, viajando, trabajando, hasta que un día me despidieron por leer demasiado en las horas laborables. Le pedí al jefe que tuviera compasión, pero me dijo que la empresa había sido sometida a una especie de auditoría y que habían contratado a topos que vigilaban el quehacer de cada empleado. Nunca nadie se había quejado hasta ahora. Yo sacaba adelante mi trabajo en esa vieja oficina de la calle Fernando VI. A veces el jefe desaparecía durante horas o incluso días enteros. El negocio se fue ampliando y entraron más y más empleados. Según me comentó María José, mi compañera, me había confiado demasiado. Leer en el trabajo no daba buena imagen. Así que ella, que siempre estaba colocando y descolocando papeles de aquí y de allá, fue la que más tuvo que agradecer aquel despido mío, improcedente.
Por suerte, encontré un empleo mejor. Traté de dominar esa pasión o al menos, controlarla.  Aprovechaba la tediosa vuelta a casa y leía. Al llegar al pasaje más interesante, levantaba a propósito la vista, cerraba el libro y me ponía a observar a los viajeros que me rodeaban. Fue entonces cuando reparé en sus manos. Era de los que se aferraban fuertemente a la barra con la derecha, mientras que con la otra, sostenía el libro. Leía, como lo hacía yo, abstraído en una especie de ritual íntimo, sin percatarse de las demás presencias. Me entregué por entero a examinar con detalle esas manos cuyos ojos, nunca me sorprenderían mientras durara la ceremonia en la que se encontraba inmerso.
            Al día siguiente,  dos estaciones después de iniciado mi regreso, el hombre de los dedos inclinados en oblicuo volvió a hacer su entrada y descubrí esa extraña deformación de sus dedos. Estaba leyendo, Anna Karenina. Me pareció extraño que esas manos sostuvieran ese libro. Miré su rostro. Era un hombre con barbas y ojos claros. Su piel era de un color blanco intenso, delicada si no fuera por el contraste que producían unos vellos varoniles que del borde de la manga se escapaban sin control.
            Y así cada día. Miraba con atención sus manos, la inclinación de sus dedos y después saltaba furtivamente al resto de su anatomía, con un poco de respeto, pues no me gustaba aprovecharme de alguien que permanecía tan ajeno a la curiosidad de una intrusa.
            Pasaron las estaciones y llegó el buen tiempo. El hombre de los dedos inclinados había cambiado su abrigo por  una chaqueta de corte esmerado  y una camisa blanca de manga larga. Casi podía rememorar uno por uno, los libros que se había ido leyendo en cada trayecto y sopesé, con cierto disgusto,  que nunca se hubiera dignado a mirarme. Así que sin saber cómo ni por qué, me propuse propiciar el impacto. Al día siguiente,  aguardé de pie, bien aferrada a la barra del vagón. Me miré en el oscuro cristal de enfrente y vi a una mujer en edad madura, pero atractiva. Del mismo modo que siempre lo hacía, el hombre entró en el vagón. Su mano se colocó justo por encima de la mía. Me di cuenta de que sus dedos eran larguísimos y que conseguían abrazarse y envolverse casi a la altura de su muñeca. En comparación, mi mano resultaba  diminuta y desvalida. Reclamando su atención,  rocé un poco su piel. Al momento el hombre, sobresaltado, y sin mirarme, alejó su mano. Se giró un poco, como dándome la espalda y descubrí que llevaba colgado un estuche negro como de 60 cm. Era una trompeta. Lo deduje porque era igual al que estaba en la casa de mis padres. El estuche de la trompeta de mi abuelo. Entonces ¿Era un músico? ¿Había llevado siempre esa trompeta colgada en su espalda? ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Ese día pensé en Dedos de trompeta fuera del vagón de metro. Mientras llegaba a mi casa, cuando me dormí, cuando amaneció. Evocaba el momento en el que vería de nuevo al hombre de la trompeta y la camisa blanca. ¿Qué tipo de música interpretaría? Repasé en mi memoria y la primera imagen que se reflejó fue la de Vicente Fernández, el de los mariachis y su famosa canción: Con dinero y sin dinero, hago siempre lo que quiero.... Volví a ver, como cada día, al hombre de la trompeta. Me coloqué a su lado y entonces, me vio. Fue una mirada furtiva, de soslayo, instantánea, pero sé que me vio, por primera vez. Eso me produjo un sonrojo incontrolado y él dejó de leer y miró para otro lado. Guardó el libro y se echó mano a la espalda. Descolgó el estuche con sus manos, como si quisiera que lo apreciara mejor y lo mantuvo agarrado con la otra mano, mientras que su mano derecha permanecía al lado de la mía.
            Al día siguiente fui a la biblioteca pero no para sacar ningún libro. Quería escuchar música de trompeta. Así que pasé la tarde recorriendo las estanterías de la música jazz,  la música country y  la música clásica.
            Cada día, se repetía la misma escena. Disimulaba y trababa de ponerme algo más alejada, para poder recrearme y dejar que en la distancia, él también me contemplara a mí.
            Un día fui a casa de mis padres y cogí el estuche y la trompeta de mi abuelo. Apenas pude arrancarle ningún sonido. Así que la llevé a una tienda de reparación, me la engrasaron y pusieron a punto y… tampoco conseguí tocar nada. Me apunté a clases de trompeta. Aquello alteraba bastante mis rutinas diarias. Apenas avanzaba. Decidí, pues, contratar a un profesor particular. Pude al fin, hacerla sonar y llegó un momento en que mis conocimientos musicales, aunque no mis habilidades, me llevaron al estado de digamos, melomanía musical. Acudía a conciertos de trompeta de todos los estilos. Sin embargo, cuando veía a Dedos de trompeta y comparaba mis dedos con los suyos… no percibía en mi mano ninguna inclinación de dedos. ¿Cuánto tiempo llevaría ese hombre tocando la trompeta para que sus huesos hubieran adquirido tan peculiar molde? Además, el estuche de su instrumento no era mejor que el de mi abuelo. No era un estuche de trompeta profesional. Entonces ocurrió lo inevitable. Volvieron a despedirme del trabajo y dejé de verlo.          Conseguí un empleo en una entidad bancaria, precisamente recomendada por mi profesor de trompeta, un militar ya  retirado pero con contactos importantes.  Ese primer día de trabajo, me presentaron al compañero de faena, el contable, el que cuadraba cada día los saldos y lo reconocí: ¡Era Dedos de trompeta! Supe que  tocaba en una banda de barrio cuando salía de trabajar y que la inclinación de los huesos de su mano, no era por ser  trompetista, sino por ser  un simple empleado de banca de toda la vida, con los dedos deformados de contar billetes. Me dijo que ese no era trabajo para mí. Que debía buscar algo  más reconfortante, antes de que mis dedos adquirieran esa inclinación característica, del que cuenta mucho sin contar nada.
            Sin saber cómo ni por qué, le dije que sí, y acabé viviendo en su casa. Nunca volví a tocar más billetes ni trompetas. Hice de la escritura mi modo de vida, inventando historias para que Dedos de trompeta las interpretase. Conseguí rescatarle de su monótono empleo y lo contraté para que fuera mi representante. 

                                                                                                                     María Teresa Ruipérez.



sábado, 1 de marzo de 2014

MY HERO, RELATO.

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My hero by Teresa Ruipérez Agraz is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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My Hero.



Estaba segura de que iba a ser la última visita a la consulta del psiquiatra. Sabía lo que me iba a decir. Acudí simplemente para pasar una nueva página de esta historia inverosímil que había comenzado hace tres años.
-La terapia no es posible si la persona no quiere venir de grado a recibirla, -me había dicho-. No puedo hacer nada por él y usted, aunque parezca que apenas ha avanzado,  ha conseguido que la Justicia esté de su parte. Y eso es mucho.
Me despedí amablemente y decidí volver a casa y atajar la ansiedad antes de que me asfixiara: empecé a escribir lo que el Maestro de ceremonias nos había encargado hacía 15 días: Una subida a los cielos y un descenso en picado a los infiernos, con el mismo personaje: Tu héroe. Tu obsesión. Tu razón de ser en este mundo.
    Mi razón de ser…
  ¿Cuándo y cómo entró en mi vida? Creo recordar que tendría unos 11 ó 12 años (justo a la edad en que tú creíste que había salido de tu vida). Me gustaba ir a lo que por entonces era la tienda más grande de la ciudad  donde habitaba por aquel tiempo: Simago. Era un lugar mágico, la primera de aquella época que era muchas tiendas en una. Allí se exponían los discos de vinilo de moda con sus artísticas carpetas… y ahí estaban ellos. La cámara, desde una extraña perspectiva, captaba la imagen de cuatro efebos con las cabezas reposando cada uno, en el torso de su compañero. En ese momento mis hormonas iniciaron su salto mortal hacia la  pubertad. En la portada lucía en letras rojas lo que parecía ser su nombre de grupo, Queen. Y el título del álbum: Sheer Heart attack. Mis escasos conocimientos de esa lengua  no dieron para descifrar el enigma que encerraban esas palabras y sin saberlo, fue una conmoción de infarto. Tenía gracia aquello. Esa fotografía había alterado todo mi ser y mi fe de alumna de colegio de monjas. Había encontrado a Dios. Y no había sido como  en esos ejercicios espirituales de los que había vuelto con el alma llena de gozo.  Había sido un flechazo. Y el objeto de mis recónditas pasiones era una mezcla de esos cuatro miembros: la melena rubia y larga del batería; el rostro bondadoso y melancólico del guitarrista; la paciencia y fealdad  del bajo; y la genialidad… del vocalista, del cantante.
Llegué a mi casa como poseída, deseando la soledad inmediata para poder entregarme al placer de la audición de lo que contenía esa bolsita amarilla. Mi madre, como siempre, salió del cuarto de estar dispuesta a interferir en mis pensamientos.
-Recoge tu habitación.
-Yaaa vooooy. -Contesté en un tono lo suficientemente convincente para que  no se notara mi nerviosismo.
    Desaparecí  de su vista, dispuesta a obedecer sus mandatos. Pero no tardó en captar el misterio de ese silencio tan a destiempo y la cascada de sonidos que sobrevino después.
-Oye, baja ahora mismo el volumen. -Me dijo abriendo la puerta de mi habitación bruscamente-. Pero, ¿Qué has traído? Yo no sé cómo te puede gustar eso. ¡Qué gritos!. Producen  hasta dolor de cabeza.
-Bueno, déjame un poco, que ya he hecho los deberes y lo he recogido todo. –Contesté en tono de “soy una chica muy obediente y muy muy buena”.
-¿Por qué cierras la puerta? Anda, déjala abierta.
-Síi, porque si no, dirás que te molesta, -añadí.
Me senté en la cama con una excitación tal que parecía que iba a entregarme ahí mismo, a un acto prohibido y mi madre por ahí rondando, acechante siempre.   Rogaba interiormente para que no traspasara de nuevo la puerta y puse de nuevo el disco. Me sorprendió que no hubiera ninguna canción especialmente pegadiza.
No conseguía descifrar quién era quién, pero entre las fotos, los nombres y las veces que pude escuchar una y otra vez todos los temas, logré hacerme mis cábalas y penetrar en el interior de esas almas desconocidas. Cuando en la radio o en las revista se mencionara el nombre de Queen, mi corazón se agitaría violentamente. Poco se añadiría a lo que yo ya conocía. Porque de ellos, lo sabía  todo.
-O lo bajas o te lo quito. Esto no hay quien lo soporte. Van a quejarse los vecinos-, insistía mi madre.
-Papá pone a Antonio Molina en la terraza y nadie dice nada.
-Pero lo pone bajito y además, Molina canta bien y esos… a ésos no se les entiende nada. Estamos en España hija. No en Francia.
-Cantan en inglés, mamá.
-Da igual.
-No da igual. Además Freddie Mercury nació en Zanzíbar y luego…
-Bueno, venga ya, que vamos a cenar.
-Cierra la puerta que ahora voy.
   Un minuto más, solo un minuto más antes de cenar, lo justo para poner una canción una vez más…y…
   Fui comprando uno tras otro los discos de Queen. Salía con mis amigas y las llamaba Roger, Brian, John y yo misma… que había elegido ser él, Freddie Mercury.
-Mamá, quiero me apuntes a la Academia de Música Eva María. Me gustaría saber tocar la guitarra.
-Pero hija, las mujeres de hoy estudian taquigrafía y mecanografía y se hacen secretarias en empresas importantes. Anda, déjate de tonterías.
   Y así cada día que pasaba… esos maravillosos momentos en los que yo era Freddie Mercury y pensaba que cantaba como él. Sentía sus nervios de antes de salir al escenario. Elegía sus ropas para actuar. En la distancia,  yo hablaba con mi héroe y charlábamos de nuestras cosas largas horas.
  Un día, quise llegar más lejos. Mi madre había recogido del suelo un papelillo en el que Jesús, alias el Bicho,  un chico del barrio de mi edad, pero por entonces todavía sin desarrollar y más bajito que yo, me pedía salir con él. Yo le contesté diciéndole que de momento, no podía ser. No le quería. Que fuera mi amigo, pero mi novio no. Eso no.  Estaba enamorada de otro. Y fue ella la que tuvo que encontrar esa nota en el bolsillo de mi pantalón, cuando lo fue a lavar.
-¡Ay mi niñita, que ya no juega con sus muñecos!
-Yo no juego a nada. Ese chico es un crío que no tiene ni idea de ninguna cosa.
   Y además, besaba fatal, como si atacara. No era como cuando me besaba Freddie. Así que quise poner fin a las burlas de mi madre y le envié una carta a él.
   Se la leí a mis amigas y sus caras reflejaron una admiración tal, que dieron por hecho que pronto, podría conocer por fin a mi querido Freddie Mercury.
   Mientras esperaba tan ansiada respuesta, fui de nuevo a la tienda a adquirir su último disco. Solo quedaba uno. Me produjo un placer infinito consumar el acto de la compra, pero cuando llegué a casa no fue su voz la que escuché, sino una voz traidora. Quité el disco de inmediato y leí “Fran Sinatra”. Me pareció la voz más infernal y burlesca jamás escuchada. Todavía mi conocimiento no había penetrado otras leyendas. Corrí a la tienda para devolverlo y la vendedora no encontró el disco original. Algún listillo había dado el cambiazo.
La tristeza me duró varios días. Además, era el regalo que yo misma me había hecho para mi propio cumpleaños, como si él me lo hubiera mandado comprar…  Llegó ese día tan señalado y mis amigas me compraron uno de los discos más famosos de Queen, por aquel entonces y todavía hoy,  We are the champions
Empecé a estudiar en la universidad y supe que ellos habían estado también en las casas de otros compañeros. Compré el siguiente álbum del grupo. Ya no era el hard rock ni la solemnidad de Una noche en la ópera. Era una música facilona y pegadiza que empezó a escucharse en las radios de todos los vecinos…de todo el mundo.
   Vinieron a actuar a nuestro país y  descubrí que me daban pánico los conciertos donde acudían los fans en masa. Esas multitudes incontroladas e irracionales en un campo de fútbol inmenso. Era de locos acudir a semejante bacanal.  Mi madre fue la primera en  sospechar…
-¿Ya no te gustan los Queen?-Me preguntó.
-Se han hecho demasiado comerciales. Prefiero el folk, buscar las raíces, la esencia de todo.
-Pero si tú eres de ciudad. Ni siquiera naciste en un pueblo. Tu abuelo era de Chamberí. Gato,gato.
-Bueno, pero eso no impide que me guste Joaquín Díaz.
-Pues mira hija, te digo que prefiero al otro, este parece un cura sermoneando. Ya me había acostumbrado a los Cuines.
-Éste canta en  español. Ahora entiendes lo que dice. Qué pesadita te pones con tus manías.
-A ti sí que no hay quien te entienda, hija mía,
   Pasaron los años…y me enamoré de otros Jesuses. Me gustaban los morenos como Mercury, pero siempre salía con rubios de cara lánguida y ojos claros. Lo que más aborrecía de todo, eran los hombres con bigote. La visión de mi ídolo con ese ridículo mostacho, vestido de cuero, me causaba aversión. Su salida del armario fue el momento en que yo lo arranqué definitivamente de  mi alma. Sin embargo, cuando oía sus canciones… seguía estremeciéndome en secreto.
   Vestido de gala y con elegante smoking,  cantó por última vez de una manera solemne y épica, para conmemorar los primeros JJOO que se celebraron en nuestras tierras. Para todo el mundo, cantó… y para mí especialmente. Siempre recordaría esa fecha. No sé si porque fue su última actuación o porque precisamente nació mi hijo en aquel año. Ese verano yo había estado allí. Conservo todavía la foto. Una mujer embarazada al lado del pebetero, desde  Montjuit, por fuera del estadio.
   Cuando se anunció en los medios que estaba enfermo de muerte,  admiré en la distancia el apoyo de sus compañeros de grupo, que nunca lo abandonaron y que estuvieron con él hasta el final. O al menos eso era lo que el marketing comercial anunciaba a los cuatro vientos en reediciones de discos de sus últimos conciertos.
   En el trabajo, mientras maquetábamos el siguiente número de la revista de ese mes, bajó una de las redactoras y me dijo:
-Lo siento. He oído esta mañana que Freddie Mercury ha muerto.
                Como pude… disimulé las lágrimas de la emoción. Algunos compañeros me dieron el pésame, conmovidos. Nunca hasta entonces había sentido esa sensación, como la que cada día siento cuando recuerdo cómo te quedabas dormido, con tu muñeco en la mano, después de ver tu serie favorita y vivir con tu héroe un montón de aventuras. Hace ya muchos años, pero ciertas emociones son como las fotos. Ahí quedan.
-Oye Alberto, ¿Sabes que naciste el mismo año en que se celebraron los Juegos Olímpicos en Barcelona?
-Sí mamá, ya me lo has contado muchas veces.

-Ya. Me gusta recordarlo. Para que tú se lo recuerdes  a tu hermano, cuando vuelva de la gira. Que no olvide que soy su fan número uno".       

FIN

2)……………..
Este cuento tenía un final más explícito, pero me dijeron, que era mejor no dejar al lector con la sospecha de qué había pasado con el otro hermano. Mi duda es dejarlo así o añadir esto:
-Ya. Me gusta recordarlo, para que se lo cuentes a tu hermano, cuando se acabe todo esto y vuelva a ser el de antes. También deberías hablar con tu padre. Tú no te has divorciado de él. Ni tampoco tu hermano. Siguen siendo tu padre y tu hermano, aunque no vivamos juntos. No lo olvides.
Lo de la dedicatoria no sé si eliminarlo también. Me dicen que no, pero que este final, tiene demasiados datos y distrae a la historia del hero…
DEDICATORIA
Para mis hijos.
Y para mis queridas vecinas…

                                                                                                                     María Teresa Ruipérez.






miércoles, 24 de octubre de 2012

LA MUJER EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN





 
1) Observa el siguiente vídeo.
2) Escribe lo que has visto y léelo a tus compañeros.
 
 

 
 
 

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REFLEXIONA AHORA:


MODELO DE GUÍA DE ANÁLISIS DE DOCUMENTOS DE LOS MEDIOS DE





COMUNICACIÓN

1. Todos los mensajes mediáticos se construyen
Guía de Análisis de Documentos Mediáticos
Adaptación del documento “Five key questions that can change the world”
del Center for Media Literacy. Disponible en español en
 
http://www.medialit.org/pdf/mlk/04_5KQ_Guide_Spanish.pdf
MODELO DE GUÍA DE ANÁLISIS DE DOCUMENTOS DE LOS MEDIOS DE

COMUNICACIÓN
 
1. Todos los mensajes mediáticos se construyen



PREGUNTA CLAVE:

¿Quién creó este mensaje?
PREGUNTAS GUÍA
  1. · ¿Quién es el autor o autora?
  2. · ¿Cuántas personas intervinieron en la creación de este mensaje?
  3. · ¿Cuáles son sus posiciones?
  4. · ¿Qué clase de “texto” es? (documento textual, audiovisual sonoro, visual,
  5. etc.)
  6. · ¿Qué diferencias o similitudes tiene con otros del mismo género?
  7. · ¿Qué tecnologías se utilizaron en su creación?
  8. · ¿Cuáles son los diferentes elementos que conforman el todo?
  9. · ¿Falta algo?
2. Utilizan un lenguaje creativo que tiene sus propias reglas
PREGUNTA CLAVE: ¿Qué técnicas creativas se utilizan para llamar la atención?
PREGUNTAS GUÍA
 
  1. · ¿Qué te llama la atención de cómo está construido el mensaje?
  2. · ¿Formas y colores? ¿Sonidos y silencios? ¿Guión, escenario, vestuario?
  3. ¿Movimiento? ¿Símbolos?
  4. · ¿Dónde está ubicada la cámara? ¿Cuál es el punto de enfoque?
  5. · ¿Cómo son los sonidos? ¿La música? ¿Las palabras? ¿La narración? ¿El
  6. diálogo? ¿El silencio? ¿Los efectos de sonido?
  7. · ¿Cómo se cuenta la historia? ¿Símbolos? ¿Metáforas?
  8. · ¿Qué atractivo emocional tiene? ¿Qué medios de persuasión utiliza?
  9. · ¿Qué es lo que hace que parezca “real”?
  10.  
3. Diferentes personas experimentan el mismo mensaje mediático de
distintas maneras
PREGUNTA CLAVE: ¿Cómo pueden diferentes personas entender este mensaje
en forma distinta de como lo hago yo?
PREGUNTAS GUÍA
  1. · ¿Qué tiene que ver este texto con tu experiencia del mundo?
  2. · ¿Qué has aprendido de él? ¿Qué has aprendido sobre ti mismo con la
  3. experiencia del texto mediático?
  4. · ¿Qué has aprendido de las respuestas de otras personas?
  5. · ¿Cuántas interpretaciones diferentes se pueden encontrar? ¿Cómo podemos
  6. conocerlas?
  7. · ¿Son los puntos de vista de las otras personas tan válidos como el mío?
  8. · ¿Cómo puedes explicar las diferentes respuestas?
 
4. Los medios llevan incorporados valores y puntos de vista
PREGUNTA CLAVE: ¿Qué estilos de vida, valores y puntos de vista están
representados u omitidos en este mensaje?
PREGUNTAS GUÍA
  1. · ¿Qué preguntas te vienen a la mente cuando lo contemplas?
  2. · ¿Qué valores políticos o económicos comunica el mensaje?
  3. · ¿Qué juicios o afirmaciones hace acerca de relaciones personales o
  4. sociales?
  5. · ¿Cuál es el contexto cultural o el punto de vista respecto al mundo?
  6. · ¿Qué ideas o valores se están “vendiendo” con este mensaje?
  7. · ¿Cómo se caracteriza a las personas?
  8. · ¿Con qué tipo de persona se invita a que se identifique el lector, espectador
  9. u oyente?
  10. · ¿Qué tipo de comportamientos o consecuencias se muestran?
  11. · ¿Qué o a quién se deja fuera?
 
5. La mayoría de los mensajes de los medios se construyen para obtener
dinero y/o poder
PREGUNTA CLAVE: ¿Por qué se envió este mensaje?
PREGUNTAS GUÍA:
 
  1. ¿Quién controla la creación y transmisión de este mensaje?
  2. ¿Qué se está vendiendo? ¿Qué se está diciendo?
  3. ¿Quién obtiene ganancias? ¿Quién paga?
  4. ¿Quién gana? ¿Quién pierde? ¿Quién decide?
  5. ¿A quién sirve o quién se beneficia con este mensaje? (¿el público en
  6. general? ¿Intereses privados? ¿Individuos? ¿Instituciones?)
  7. ¿Qué decisiones económicas han podido influenciar la construcción o
  8. transmisión de este mensaje?
  9. Dinero, sexo, poder. ¿Cómo está representado cada uno de ellos?
Departamento TIC del CRIF “Las Acacias” -2008 – CC by-nc-sa Pág. 3  
 
Podemos rellenar la siguiente ficha:
 
 








 
 




 








 




 


 
 

jueves, 28 de abril de 2011

EL PEZ QUE SONREÍA

EL PEZ QUE SONREÍA, (Jimmy Liao)
1. OBJETIVOS.
-Conmemorar el Día del Libro.
-Desarrollar la competencia en comunicación lingüística creando un cuento propio (género narrativo).
-Desarrollar la competencia matemática (seguir un orden jerarquizado en la creación de una narración).
-Reflexionar sobre cómo interactuar con el medio físico y natural, respetando el entorno.
-Conecer recursos de tratamiento de la información como el uso didáctico de la pizarra didáctica y diversos programas de audio, vídeo e imágenes.
-Respetar a todos los seres vivos, sin intentar dominar a alguien o algo en contra de su voluntad.
-Reconocer temas universales dentro de la creación literaria: el amor, la naturaleza, la tolerancia, etc.
-Aprender a aprender a partir de modelos que sirvan de inspiración, relacionándolos con nuestras propias experiencias vitales.
-Tomar conciencia de la necesidad de emprender tareas con  entusiasmo, por sentido común, no por imposición. 
2. TIEMPO ESTIMADO PARA LA ACTIVIDAD.
-Media hora de preparativos previos por parte del profesor.
-Una hora para la realización de la actividad con los alumnos.
3. RECURSOS TIC EMPLEADOS.
-Escáner de imágenes.
-Ordenador.
-Pizarra digital.
-Programas empleados: Audacity, Windows DVD Marker.
4. PROCESO 

1.-Introducción.  Se explicará al alumno en que va a consistir este bonito taller: Durante unos 15 ó 20 minutos, se proyectará en la pizarra digital el vídeo basado en el cuento El pez que sonreía, de Jimmy Liao.
2. Sensibilización. Al terminar la proyección, se preguntará a los alumnos qué les ha sugerido el cuento, los temas tratados, etc. Teniendo en cuenta los objetivos que queremos conseguir, sugeriremos algunas ideas, si los alumnos no las han manifestado.
3.-Inspiración y creación.Tomando como modelo el cuento visualizado, los alumnos intentarán hacer un relato propio, según las pautas aprendidas previamente y que ahora pondrán en práctica.
    Se recogerán los relatos al finalizar la actividad y los profesores elegirán los relatos más logrados para leerlos posteriormente en clase.

Licencia de Creative Commons
Proyecto final is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en http://teresa-ruiblog.blogspot.com/2011/04/proyecto-final.html.